Hay que llegar a compromisos por el clima

La extraordinaria cumbre climática concierne directamente a unos 40 líderes mundiales, pero en el centro del escenario está el nuevo presidente de Estados Unidos, que vuelve a hablar concretamente sobre los problemas ecológicos del planeta, tras la actitud negadora de su antecesor. Biden quiso este encuentro precisamente para sancionar oficialmente el regreso de EE.UU. en el acuerdo de 2015, hecho que coincide con el punto central de su programa político, que prevé la lucha contra el calentamiento global y la aplicación de un modelo de desarrollo sostenible; Esta dirección representa una señal clara tanto para el público nacional como para el internacional para lograr el objetivo de reducir a la mitad las emisiones para 2030. Cabe recordar que Estados Unidos ocupa el segundo lugar entre los mayores contaminadores del mundo, solo precedido por China, que también participa en la cumbre con un enfoque que tiende a buscar un acuerdo lo más amplio posible, como afirma el presidente chino, que ve como un deber de la humanidad abordar el cambio climático, pero advirtiendo que esto no puede constituir el pretexto para un enfrentamiento geopolítico. Esta consideración de la máxima autoridad china parece constituir un hecho de doble significación: por un lado una especie de advertencia a Estados Unidos, de que China está abierta a un diálogo común, que no puede ser influenciado por obligaciones desequilibradas en detrimento de el país chino por penalizar a sus industrias y, al mismo tiempo, la lucha contra el cambio climático debe ser un espacio donde no deben entrar los reclamos geopolíticos. El hecho de que las dos grandes potencias mundiales sean también los dos principales países contaminantes favorece un planteamiento de mutuo acuerdo de colaboración, que puede, entre otras cosas, favorecer un plan de ayuda a los países en desarrollo hacia una transición al uso de energías renovables. Pero estas consideraciones, aparentemente positivas, no toman en cuenta que los dos modelos productivos de Washington y Beijing están en profunda oposición por las estructuras económicas y la constitución de sus respectivos tejidos sociales: estas diferencias influyen en las estrategias que han emprendido los dos países, contribuyendo a eliminar una posibilidad de acuerdo, que, sin embargo, se ha vuelto cada vez más necesaria. El punto fundamental y discriminatorio es si el tema climático puede convertirse en la nueva oportunidad de diálogo, con evidentes repercusiones también en la estabilidad mundial. Sin embargo, es evidente que la disminución de emisiones pasa necesariamente de una visión completamente nueva de la organización productiva que requiere una planificación a largo plazo frente a las que hasta ahora se utilizan con mayor frecuencia, basadas en el corto plazo para obtener resultados inmediatos. Esta reorganización, muy hipotética por ahora, debe considerar de manera práctica la actitud de la administración pública de un país, las políticas laborales y el plan de infraestructura, todo ello condicionado por la voluntad de realizar inversiones y programas financieros, que necesariamente deben ser políticamente determinado. Se entiende que los estados con un sistema democrático no podrán tomar decisiones que coincidan con estados con un régimen dictatorial y, sin embargo, la conexión que ha sido determinada por la globalización impone opciones no conflictivas en temas de interés común. Para llegar a compromisos efectivos, la única vía es la de la diplomacia, preferentemente llevada a cabo por terceros, como Europa, que finalmente podría tener un papel decisivo en el ámbito internacional. La situación actual requiere decisiones rápidas, dado que el nivel de emisiones de dióxido de carbono esperado en 2021 debería alcanzar la segunda cantidad emitida, después de hace diez años, durante la crisis financiera; entonces como ahora, con la pandemia en curso, el sistema más rápido diseñado para reactivar la economía es estimular el crecimiento mediante el uso de combustibles fósiles: como puede ver, una elección a muy corto plazo que aparece en marcado contraste con la necesidad de encontrar Soluciones a largo plazo, capaces de conciliar el desarrollo económico y la protección del medio ambiente. Por tanto, la necesidad de invertir el rumbo no es postergable y todos los sujetos internacionales deberán saber encontrar soluciones de mediación pero en todo caso de rápida ejecución.

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