Gaza: Naciones Unidas dice que Israel está causando hambruna y un informe del ejército israelí dice que el 83% de las víctimas civiles del total

Dos hechos han cobrado protagonismo en el conflicto actual entre Israel y la población palestina de Gaza. Se trata de dos hechos significativos que la opinión pública mundial debería tener debidamente en cuenta y buscar respuestas adecuadas hacia Tel Aviv. El primero es la declaración oficial de hambruna en la Franja de Gaza por parte de las Naciones Unidas, la primera en Oriente Medio, a pesar de su grave historial de desastres militares. Según las Naciones Unidas, hasta 514.000 personas, una cuarta parte de la población, se enfrentan a la escasez de alimentos, y se prevé que la cifra alcance las 641.000 para finales de septiembre. La singularidad de la hambruna en Gaza reside en que no se debe a factores meteorológicos ni sanitarios, sino a causas totalmente humanas, concretamente a las acciones del ejército israelí. Este desastre humanitario podría haberse evitado si Tel Aviv no hubiera obstruido sistemáticamente el envío de ayuda a las fronteras de Gaza. La acción israelí es aún más grave porque forma parte de un plan preciso para debilitar a la población civil, ya que la población palestina debe ser erradicada por cualquier medio de la Franja. Lamentablemente, el deseo del gobierno judío ultraortodoxo de anexionarse Gaza es compartido por gran parte de la población israelí. A pesar de la presencia de masivos cargamentos de alimentos en la frontera, el comportamiento de Israel permanece inalterado. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos responsabiliza directamente al gobierno israelí, clasificando las muertes por inanición como crímenes de guerra por homicidio voluntario. Esta consideración introduce el segundo hecho relevante, que afecta al asunto. Según un informe secreto del ejército israelí, el número de víctimas civiles de la guerra de Gaza representa el 83% del total. Como se desprende de estos datos, el bajo número de bajas entre combatientes sugiere una planificación deliberada del genocidio palestino, hasta el punto de que puede compararse con las masacres de Ruanda y la masacre de Mariupol. La combinación de inanición forzada y muertes por actividad militar define claramente las intenciones de Netanyahu y su gobierno respecto a los palestinos: aniquilar al mayor número posible de ellos para crear las condiciones para su deportación de la Franja. Además, una encuesta reciente reveló que el 79% de la población israelí apoya la represión indiscriminada de la población palestina, a la que considera un ocupante abusivo e indigno de la dignidad humana. Netanyahu, por supuesto, niega estos datos, o como mucho los justifica citando las acciones de Hamás contra sus propios ciudadanos. Sin embargo, la mentalidad del primer ministro israelí sigue siendo la misma: mentir descaradamente y ganar tiempo para lograr sus objetivos, acusando constantemente de antisemita a quien lo contradiga y rechazando cualquier interpretación diferente a la suya y a la de su gobierno. Independientemente de las opiniones políticas y las obvias motivaciones israelíes, la falta de respuesta a estos crímenes perpetrados contra civiles inocentes de todas las edades seguirá siendo una mancha indeleble en todos los países del mundo, pero aún más en las democracias occidentales, que se han mostrado vacías y ausentes a la hora de defender el derecho internacional y a las poblaciones indefensas de la violencia más abominable, venga de donde venga. Solo recientemente han llegado las condenas, por sí mismas, e incluso el reconocimiento del Estado palestino, que se espera sea masivo en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas, es un ejercicio sin consecuencias prácticas. Israel debe ser cada vez más aislado, su violencia debe ser contenida por todos los medios, y el comienzo son fuertes sanciones que deben afectar a una economía que carece de recursos propios. Europa debe hacer al menos esto, intentando provocar también una reacción en otros países, especialmente en los árabes. Ciertamente, esto requerirá una reacción de Trump, pero un bloqueo constante capaz de aislar a Tel Aviv podría ser un elemento disuasorio tardío pero eficaz.

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