Las implicaciones de la visita china a Rusia

La visita del presidente chino a Moscú es presentada por los medios de comunicación de Pekín como un viaje por la paz; en realidad esta visita tiene un solo valor para los dos países involucrados. China busca acreditarse como el único sujeto capaz de producir un esfuerzo por la paz y capaz de romper la hegemonía estadounidense en la arena internacional; para Rusia es un esfuerzo más por salir del aislamiento que ha provocado la operación militar especial. Desde el punto de vista de los posibles resultados, las posibilidades son escasas, si no nulas, de alcanzar la paz con un plan incompleto y abstracto como el chino. La relevancia política está representada por el hecho de que China y Rusia aparecen cada vez más cerca, sobre todo en una función antiamericana, en el sentido de querer crear una alternativa multipolar al poder de Washington; sin embargo, esta alianza entre Moscú y Pekín no parece igual: Rusia necesita demasiado reconocimiento como principal país alternativo a Estados Unidos y está claramente subordinada a China desde todos los puntos de vista, político, militar y, sobre todo, económico. Putin ha mostrado interés en los doce puntos del plan chino, declarándose dispuesto a negociar; esta disponibilidad, cuya sinceridad conviene cerciorarse, esconde un cálculo político combinado, que tiene como fin último la ayuda material de China en forma de pertrechos militares. Por el momento esto no parece estar ocurriendo, mientras que parece muy seguro que Beijing suministre equipos complementarios (como componentes y placas electrónicas), sin los cuales las bombas rusas no podrían funcionar. Las vacilaciones chinas siguen siendo siempre las de comprometer sus cuotas de mercado en los territorios más rentables para sus productos: EEUU y la Unión Europea; sin embargo, China no puede perder la oportunidad de socavar a Washington, al que considera, en todo caso, el principal adversario. El plan de paz propuesto por China, en este sentido, representa una novedad porque se desvía de la regla principal de la política exterior china: la de no interferir en la política interna de otros países; en efecto, si bien es cierto que el pronunciamiento del respeto a la soberanía nacional parece moverse dentro de la regla general, el no reconocimiento de la invasión rusa no puede dejar de ser leído como una injerencia, aunque no se destaque, precisamente en cuestión de soberanía nacional, tanto hacia Ucrania como hacia la propia Rusia; en definitiva, el malabarismo chino no puede convencer a una equidistancia sólo anunciada entre las partes en conflicto, que no consta en el documento oficial. El intento es torpe y además actúa contra Moscú, que se ve obligada a vender su petróleo a Pekín a precios decididamente más bajos, por ahora recibiendo a cambio sólo reconocimiento internacional y poco más. China se muestra oportunista al dar una lección ejemplar tanto a los países occidentales, fascinados por el proyecto de la Ruta de la Seda, como a los africanos, repetidamente explotados por el expansionismo de Pekín. La realidad muestra un país en el que no se debe confiar, lo que también es cierto para Rusia, que ahora se ha vuelto subordinada al país asiático. La gran sospecha, que va más allá de la situación contingente, es que el sistema de poder chino quiere continuar con el proyecto de afirmar su sistema político como más capaz que otros, esencialmente la democracia, en desarrollar la economía y fortalecer su Estado: argumentos sobre los que Putin y su nomenclatura están, por ahora, ciertamente de acuerdo, mientras que la perspectiva puede ser diferente cuando Beijing cobre los créditos con Moscú. Desde el punto de vista occidental, la cuestión será contener la alianza, porque se trata de un comercio, aunque desequilibrado, entre Rusia y China: habrá que ejercer presión diplomática sobre Pekín para que no suministre armas a Moscú, para evitar aumentar las capacidades de las guerras rusas y determinar las prolongaciones del conflicto; después de todo, las diplomacias occidental y china pueden encontrar un terreno común en este tema, porque la guerra es un bloqueo para sus respectivas economías y para Beijing el aspecto del crecimiento económico sigue siendo central en su esquema político, al mismo tiempo para Occidente esta exposición flagrante de China, junto a Rusia, debe ser una señal para emprender un trabajo de contención del activismo de Beijing.

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