La Alianza Atlántica advierte a Rusia y China sobre proteger sus intereses

La reunión de Madrid de la Alianza Atlántica sancionó el cambio de escenario y propósito de la organización de Bruselas, pero sobre todo permitió una nueva vitalidad dictada por las contingencias del momento, que se asumen como una solución difícil y de largo plazo, por que se requiere un reconocimiento oficial, que requiere decisiones prácticas para contrarrestar a los oponentes. Una de las principales novedades es el abandono de la neutralidad por parte de Suecia y Finlandia para unirse a la Alianza Atlántica, las diferencias con Turquía se han resuelto, con un tiempo bastante rápido si se relaciona con el comportamiento de Erdogan, lo que permite una importante ampliación del ‘área de potenciales operaciones, donde es muy relevante la frontera que el país finlandés comparte con Rusia, ahora cercada al oeste de sus fronteras. La importancia del papel involuntario de Moscú como propulsor del impulso de la Alianza Atlántica, ha permitido un fuerte reconocimiento de la necesidad de la protección de las fronteras y la consecuente integridad territorial, así como la soberanía de los estados individuales que la integran. la Alianza. . Si bien Rusia representa la emergencia más actual, que obliga a considerar la crisis actual como la peor desde el final de la Segunda Guerra Mundial y que en consecuencia requiere un rearme masivo y, probablemente, una gran movilización militar, la visión de la Alianza Atlántica debe ser necesariamente mucho más amplia. El escenario mundial general, más allá del europeo, agudiza la competencia estratégica en el contexto global y los desafíos presentes y futuros sobre la economía se exasperarán cada vez más, pero no solo: la multipolaridad del escenario diplomático incluye riesgos considerables para los activos geopolíticos, la la presencia de emergencias terroristas y la proliferación nuclear son amenazas cada vez más concretas a las que responder. Si Rusia es el presente más urgente, no se descuida la relación con China, con la que necesita encontrar un diálogo para no terminar la relación como con el Kremlin; sin embargo, se reconoce que Beijing utiliza métodos violentos y coercitivos para lograr resultados, internamente, en abierto contraste con los valores occidentales, mientras que externamente utiliza, en analogía con Rusia, sistemas para influir en los países occidentales e insiste en exportar su influencia política y económica hacia estados pobres; mientras que en el tema de la proximidad a Moscú representa un peligro objetivo para Occidente sobre el que hay que advertirle de sus posibles consecuencias. El problema de las relaciones con los estados autoritarios acompañará sin duda el futuro, con temas de difícil solución, como la proliferación de armas, no solo nucleares, sino también químicas y bacteriológicas y también las consecuencias del calentamiento global: si las intenciones son las del uso de la diplomacia, es necesario prever situaciones de confrontación en las que se requieren posiciones muy duras y que pueden incluir también el potencial uso de la fuerza. Sin embargo, África también representa una emergencia, porque vive condiciones favorables para el desarrollo del extremismo que prospera gracias a las hambrunas y las crisis alimentaria y humanitaria, además invertir en el continente negro significa detener la expansión y la ambición de China y Rusia, que son llenando progresivamente los espacios vacíos dejados por los occidentales. Las conclusiones de la cumbre atañen al fin del proyecto de establecer relaciones amistosas con los herederos de los soviets, tal y como se afirmó en 2010 en Lisboa, la Alianza Atlántica toma plena conciencia de que actualmente Moscú actúa directamente para alterar la estabilidad de Europa y el Atlántico. Alianza, con modalidades, incluso sutiles, que van desde la búsqueda del establecimiento de esferas de control pasando por la agresión, la anexión y la subversión, con medios de guerra convencionales, por ahora, pero también informatizados. La retórica del Kremlin, que viola sistemáticamente las reglas de la convivencia internacional, solo puede ser un obstáculo para cualquier relación con Rusia y la declaración de disposición a mantener abiertos los canales de comunicación, aparece como una declaración no programática y sustancial, pero solo una formalidad por necesidad diplomática.

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