China produce la primera respuesta a Occidente al sobrevolar los cielos de Taiwán

El enfrentamiento de la Fuerza Aérea China sobre los cielos de Taiwán representa la respuesta más consistente a las intenciones de Beijing sobre lo acordado por las potencias occidentales en el G7. La advertencia de los líderes occidentales al país chino que destacó la importancia de la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán, incluso mediante una resolución pacífica de la disputa, fue percibida, como era fácil de imaginar, como una injerencia en los asuntos internos de Beijing. .que siempre ha considerado a Formosa como parte integrante de su territorio: un tema al que otros estados, especialmente EE.UU., no deben ingresar. La tensión sobre Taiwán, cuyo gobierno no es reconocido formalmente por Washington, ya había aumentado significativamente con las visitas de funcionarios del gobierno de Estados Unidos y la ayuda militar de Estados Unidos, que es, de hecho, el principal aliado de Taipei. A China nunca le han gustado estos desarrollos y la actitud adversa que se ha desarrollado desde los países occidentales ha determinado la voluntad de realizar un enfrentamiento. Beijing empleó veintiocho aviones que supuestamente ingresaron a la Zona de Identificación Aérea de Taiwán. El temido resentimiento contra Occidente expresó así inmediatamente lo que para los occidentales y los Estados Unidos en particular, solo puede entenderse como una provocación. En esencia, se habría iniciado una escalada de carácter militar entre las dos partes, sin pasar por un enfrentamiento político o conflicto económico. No hace falta decir que el peligroso potencial que puede surgir de la acción china promete ser dramático. Un escenario posible es que China ponga en acción las repetidas amenazas repetidas de considerar la opción militar para resolver el problema de Taiwán, si esta hipótesis se concretara para EE.UU. sería imposible no tomar partido en la defensa de Taipei, con un posible implicación de otras fuerzas occidentales o de la propia Alianza Atlántica. Por otro lado, China no puede apartarse del propósito que ha anunciado públicamente al mundo, que es evitar cualquier intento de quebrantar su soberanía y seguridad. Además de Taiwán, esto también involucra a Hong Kong y la cuestión uigur. Se trata de defender, más allá de los propios intereses estratégicos, la propia imagen de aspirante a potencia mundial de primer nivel, que forma parte de las ambiciones y proyectos chinos. El error de Pekín fue el de querer relacionarse con las democracias occidentales sin considerar en lo más mínimo su punto de vista y tratar de imponer el suyo con el uso del poder blando y la fuerza económica, sin lograrlo. Para dialogar con las democracias occidentales, que son también el mercado más rico del mundo y, por tanto, imprescindible para la propia China, no se puede aceptar el despliegue de fuerza dentro del país chino y la actitud neocolonial en los países en desarrollo y los socios europeos de EE. UU. Estaban esperando por nada más que un presidente capaz de reducir esta oposición; oposición que no es sólo política sino también económica: el poder excesivo chino es mal tolerado por los occidentales, que también utilizan la violación de los derechos políticos y civiles para sancionar a Beijing y tratar de reducir su peso económico. Al final, la cuestión, incluso geopolítica, corre el riesgo de reducirse a este elemento, que sin embargo es capaz de arrastrar la relación entre las dos partes a efectos muy graves. La advertencia de China es clara y será imposible no tenerla en cuenta.

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