Estados Unidos regresa al Consejo de Derechos Humanos de la ONU: Declaración política de Biden

La nueva administración norteamericana continúa su programa de interrupción respecto a la política de su antecesor, con el objetivo de devolver a Estados Unidos a la dialéctica global de las relaciones internacionales, con un papel central. Abandonar el aislamiento que Trump impuso a su propia nación se ha convertido en el primer y más urgente objetivo de la política diplomática del nuevo presidente. En este contexto, se sitúa el regreso de Washington al Comité de Derechos Humanos de la ONU, que había sido abandonado por ser acusado de una política persecutoria contra Israel; En realidad, si bien esta motivación estuvo en la base de la decisión, la percepción fue que la administración de la Casa Blanca en ese momento, también había aprovechado la oportunidad para no entrar en conflicto con estados a los que se había acercado y que practicaban la violación. de los derechos humanos de una manera cada vez más evidente. Según el nuevo presidente de Estados Unidos, la importancia de la acción del comité es ser un canal preferencial para conocer la violación de los derechos humanos en cualquier parte del mundo. Al respecto, el secretario de Estado de Estados Unidos afirmó que la falta de liderazgo estadounidense dentro del comité ha creado un vacío de poder, que ha sido beneficioso para los países autoritarios. Para el nuevo presidente estadounidense es fundamental que Estados Unidos haga que la defensa de la democracia, los derechos humanos y la igualdad se destaque como central en su actividad internacional y la actividad de los organismos multilaterales, como el organismo responsable de Naciones Unidas, será fundamental. este fin, también por la acción común con los aliados estadounidenses. En estas intenciones hay un programa claro que debe relanzar una estrecha colaboración con los aliados tradicionales, especialmente los de Europa, pero no solo, que han sido descuidados y alejados de una política aislacionista y miope, como la de Trump. La recuperación del valor de la alianza con Europa parece central, especialmente a nivel emocional e ideal, sobre el relanzamiento de la centralidad de los temas de democracia y el respeto de los derechos a nivel global es una prioridad tanto desde el punto de vista político y desde una programática, porque también constituye un vínculo de mayor calibre a contrastar con la cercanía que se ha creado entre el viejo continente con China, y en parte, también con Rusia, determinada precisamente como reacción a la destitución deseada por Triunfo. Contar con el apoyo de la Unión Europea y de los británicos en estos temas representa una especie de regreso del bloque atlántico para contrarrestar el expansionismo chino y el activismo ruso, que son las emergencias más inmediatas a afrontar. La novedad de reconocer la importancia de un organismo como el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas no es inesperada, pero sigue representando una fuerte señal que el nuevo presidente estadounidense quiso dar junto a las muy claras declaraciones sobre la absoluta falta de sentimientos demócratas de el líder chino, las protestas por la actitud de Moscú que ha reprimido las manifestaciones contra el presidente Putin y la retirada del apoyo militar a Arabia Saudí en la guerra contra los rebeldes yemeníes. Es obviamente un programa político, que se referirá a las relaciones políticas, militares y económicas, que los estadounidenses pretenden emprender con los estados antiliberales y sus estrategias internacionales: un enfoque completamente diferente al anterior, del cual, sin embargo, tendrá para conservar algunos propósitos, como la relación con Beijing. Biden ha asegurado que no quiere ningún tipo de conflicto con China, pero parece imposible una relajación de las ya difíciles relaciones dejadas por Trump, precisamente por el planteamiento básico que ha adoptado la nueva política exterior estadounidense. Si la discriminación del respeto a los derechos humanos se vuelve fundamental, una relación serena con China será imposible, por lo que las repercusiones en los respectivos intereses geopolíticos serán inevitables, como la protección de las rutas marítimas del Pacífico, la protección de los estados amenazados por Beijing y relaciones comerciales entre las dos partes, todas las posibles razones que podrían conducir a un estado de guerra fría. Ante este potencial peligro, será importante evaluar la respuesta de los aliados, especialmente los europeos, que tienen mayor peso político: una oportunidad para que la Unión Europea sea efectivamente la representante del respeto de los derechos y de desempeñar este papel con mayor coraje, especialmente frente a las violaciones más graves, tomando fuertes iniciativas diplomáticas, incluso a través de severas sanciones económicas, sabiendo que a partir de ahora no faltará el apoyo norteamericano, aunque solo sea por intereses mutuos.

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