Europa no está preparada para la pandemia

La necesidad de limitar la pandemia obliga a los gobiernos europeos a avanzar hacia un cierre cada vez más intenso de las actividades sociales habituales, en este contexto la Unión Europea también intenta entrar tratando de realizar una coordinación entre los gobiernos nacionales, un loable intento, que, una vez más denuncia la necesidad de una mayor integración política, pero que, por el momento, es solo una iniciativa improvisada. El descenso de contagios en el verano no se aprovechó para una reorganización sanitaria tanto a nivel estatal como supranacional: un grave error en un régimen de libre circulación entre estados europeos. El aumento exponencial de las infecciones se debe a un excesivo relajamiento de las reglas de convivencia con la pandemia y la ausencia de un sistema de rastreo de los infectados, sin coordinación entre estados. El bloqueo de deportes, catering y otras actividades consideradas prescindibles ha generado protestas pero también provocará una serie de devoluciones que podrían haber sido destinadas a otros fines. La sensación es que los gobiernos de los estados europeos están improvisando soluciones temporales que son demasiado funcionales para el muy corto plazo, sin una perspectiva a más largo plazo; es cierto que aún nos enfrentamos a un problema que aún es poco conocido, pero las repercusiones amenazan con ser aún más graves que las predicciones realizadas hace unas semanas. La primera cuestión es la relativa a la salud de los ciudadanos: el covid-19 impacta tanto en las consecuencias directas de las infecciones como en el tratamiento de enfermedades que continúan presentes, pero a las que no se les presta la debida atención; hay una especie de exclusividad del tratamiento covid-19, que ha comprimido la asistencia a otros problemas de salud, situación ya vivida en la primera fase de la pandemia, pero que no debería haberse repetido cuando se reanudan las infecciones. Uno de los problemas es sin duda la preocupación por aspectos de la economía, es decir, en la conciliación inmediata de las necesidades de salud con las económicas, pero en el corto plazo para asegurar la estabilidad económica de los países, a través de la producción y mantenimiento de puestos de trabajo. Actualmente los ejecutivos parecen estar orientados a mantener activos el sector primario, secundario y algunas partes del sector terciario avanzado, lo que puede permitir la continuación de la actividad a través del trabajo inteligente, en detrimento de los sectores de la restauración, la cultura y el deporte ( sin, sin embargo, tocar las ligas profesionales). Esta visión puede estar justificada por el deseo de evitar el movimiento de personas para prevenir la propagación del virus, pero propone una visión desequilibrada de la sociedad laboral, una especie de visión todavía anclada en la importancia de la fábrica; sin embargo, se puede argumentar que la participación del producto interno bruto producido por los sectores que están autorizados a trabajar es mayor, por lo tanto más significativa que los sectores cerrados; así, sin embargo, el problema también se invierte: si se asegura, aunque indirectamente, una mayor protección de la salud a los que no pueden trabajar, los que van al lugar de trabajo (que no se aplica al trabajo inteligente) tienen más posibilidades de contratar infección. Por supuesto, este razonamiento es extremo, porque para todos los sectores el cierre no es total y la preservación del virus resultante no es absoluta; sin embargo, más allá de la dificultad del problema, lo que pasa es un manejo contradictorio, pero que señala la necesidad de formar reglas preventivas en caso de fenómenos extremos como esta pandemia. Esto es cierto tanto a nivel estatal como a nivel europeo, una dimensión que no puede quedar exenta por razones políticas pero sobre todo por razones prácticas, dada la libre circulación de personas y mercancías. En este momento estamos procediendo con ajustes provisionales, que pueden no ser satisfactorios para todos, pero que deben ser la base para razonar las posteriores medidas institucionalizadas. Otro elemento de discordia es la asistencia escolar, que luego se vincula al sistema de transporte y las redes de comunicación digital. Como puede observarse, garantizar el derecho a la educación afecta a otros sectores, que necesitan nuevas regulaciones y un nuevo impulso, cuyos beneficios seguirán estando disponibles para la sociedad cuando termine la pandemia. Porque lo que puso de relieve la pandemia, además de las emergencias sanitarias y económicas, fue la falta de preparación generalizada debido a inversiones erróneas ya menudo improductivas, que han caracterizado a toda Europa. Son elementos a tener en cuenta de forma inmediata, pero sobre todo de futuro, un futuro a planificar ahora mismo, en paralelo a la gestión de la emergencia.

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